En la Antigüedad fue tierra de esclavitud y en la Edad Media fue puerto de llegada para los judíos expulsados de España. Es en este período medieval de Egipto cuando se construye la sinagoga Eliahu Hanavi de Alejandría, ayer última sinagoga del país abierta al culto, y hoy ya cerrada, símbolo del final de la decreciente vida judía en el país. La sinagoga canceló la celebración de Rosh Hashanah en la noche del domingo de forma definitiva por los ya famosísimos en la zona, “motivos de seguridad”, concluyendo para siempre su recorrido vital desde el siglo XIV en una ciudad donde los judíos llevaban viviendo más de dos mil años, la misma en la que el rabino y médico cordobés Maimonides encontró por algún tiempo su refugio.
Los Hermanos Musulmanes explican este cierre como uno de los “frutos” de la revolución de la plaza de Tahrir, que para eso era, para arrasar con las pocas libertades que quedaban aplaudidos por los tontos de siempre, que ahora que los protagonistas asaltan embajadas organizadísimos y amenazan al mundo por varios videos o viñetas, siguen buscando sesudas explicaciones. Pero la cuestión no es ya la obviedad del peligro islamista o el poco sentido de vivir como judío en el Egipto de nuestro tiempo, sino la evocación histórica de un proceso repetido, cómo funciona, cómo se propaga y quiénes lo manejan. Y cómo se llega a ese punto sin retorno a partir del cuál se hace imposible la existencia de una comunidad, o en el mejor de los casos, se acaba con la libertad por “motivos de seguridad”.
Recent Comments